lunes, 7 de septiembre de 2009

Careta

Cada mañana, al levantarme
me ponía una careta.
Era una careta preciosa, como una segunda piel, muy natural, no se notaba que era una máscara.
Yo odiaba mi cara
y a la gente, tampoco le gustaba, de eso me había dado cuenta pronto.
Con la careta gustaba a todo el mundo,
siempre que alguien me había visto sin la careta, se había horrorizado.
Pocas personas me vieron alguna vez sin ella, y muy pocas soportaban estar a mi lado, si no me la ponía.
Llegó un punto en que ni yo misma podía mirarme en el espejo sin ella, pero a la vez era muy incómodo llevarla puesta a todas horas, me impedía respirar, a veces tenía la sensación de que iba a ahogarme, me faltaba el aire.
Un día decidí que ya estaba bien, ya había pasado mucho tiempo y me había hecho fuerte y mayor, tenía que librarme de aquel incómodo lastre y respirar, llenarme los pulmones de aire fresco, enseñarle mi cara al mundo, le gustase o no.
Esa noche decidí quitarme para siempre la estúpida careta de plástico que me hacía aceptable para los demás. Pero cuando traté de hacerlo, descubrí horrorizada que de tanto llevarla puesta, me había crecido sobre ella una nueva piel.

2 comentarios:

pragmart dijo...

Es tremendo. Tremendo.

Y la vida, que hay a quien le parece un drama, a veces una comedia, pienso después de leerte que viene adornada, atrevida y absurda, como un desenfrenado carnaval.

Mi admiración.

laura dijo...

donde estan los rostros verdaderos??
a quien no le asusta el verse a si mismo tal y como es?
miedos... si... son los que impiden que nos veamos a nosotros mismos
satisfaciones... las que tenemos después de la noche de carnaval y nos damos cuenta del regalo que es poder ser nosotros mismos
Grandes palabras nele... de muchas y duras realidadessties